AMECAMECA Y SUS LEONES DE HIERRO FUNDIDO.
El siglo XIX fue el
siglo del hierro. Después de ocupar un papel decisivo en la revolución
industrial de la Europa del siglo XIX, el hierro invadió y transformó la vida
cotidiana de sus habitantes, llegando también al ámbito del arte a través de la
arquitectura y de la siderurgia artística.
Los primeros
arquitectos en utilizar estructuras de hierro en los edificios las escondieron
detrás de un revestimiento de piedra, pero pronto concibieron edificios
totalmente metálicos, estaciones de ferrocarril, mercados, puentes, pasajes
comerciales, en los cuales el acero o hierro fundido se combinaba con el plomo
y el zinc.
El hierro fue el gran
triunfador de las exposiciones universales del siglo XIX: el Crystal Palace de
la primera Exposición Universal que se organizó en Londres en 1851 (un
invernadero gigante de acero, hierro fundido y vidrio) y la Torre Eiffel en la
Exposición de Paris en 1889 se tornaron leyenda desde el momento de su
construcción.
Un nuevo procedimiento
de fundición permitió la obtención de piezas decorativas de gran calidad, las
cuales se podían reproducir en serie, rápidamente y a bajo costo debido a que las
esculturas se encuentran huecas, dando
nacimiento a una nueva rama de la industria, la siderurgia artística.
Columnas, capiteles, balcones, rejas,
barandales, marquesinas, faroles, escaleras de caracol y hasta picaportes y
tuberías de hierro fundido no tardaron en reemplazar los de hierro forjado o de
bronce. El hierro fundido también fue el metal escogido para fabricar el nuevo
mobiliario urbano -bancos, postes, fuentes, kioscos o entradas del metro- que
llenó las calles y los parques de las ciudades europeas.
En cuanto a las piezas decorativas,
estatuas, fuentes, monumentos, macetones, etc., las fundidoras encargaron a los
artistas plásticos mejor cotizados de la época la elaboración de modelos
destinados a ser reproducidos en serie. De este encuentro hasta entonces
inédito entre industriales y artistas, nacieron innumerables piezas inspiradas
en la antigüedad (dioses, diosas, musas, esfinges, alegorías) o en la
naturaleza: animales, plantas.
En México, el gobierno de Porfirio Díaz
adoptó una política conservadora en cuanto a la moda de las estatuas de hierro
fundido: los personajes de la mitología greco-romana no encajaban con la imagen
del México que deseaba proyectar, la de una nación moderna que reivindicaba sus
raíces prehispánicas.
Sin embargo, llegaron numerosas piezas
ornamentales de hierro fundido a México: pedidos de particulares, de
gobernadores, de arquitectos para decorar las casas o las haciendas que estaban
remodelando, regalos de comunidades extranjeras a sus ciudades adoptivas. Y en
México como en los demás países de América Latina, la Siderurgia Le Val d'Osne fue una de las principales proveedoras de
estas piezas decorativas.
Creada en 1836, Le Val
d'Osne vació obras originales para la ciudad de Paris -las fuentes de los Mares
y de los Ríos en la Plaza de la Concorde, los caballos alados del puente
Alejandro III- y un sinfín de piezas de mobiliario urbano, como las fuentes
Wallace, regalo de un mecenas americano a la capital francesa, las entradas Art
Nouveau del metro. También tenía un catálogo muy extenso de modelos más de
40.000 artículos después de 1878.
Subsisten hoy piezas de
Le Val d'Osne diseminadas por todo el territorio de la República: en las
haciendas de Yucatán, del Bajío o de las tierras pulqueras de los Estados de Hidalgo
y Tlaxcala, en las calles, jardines o alamedas de Celaya, Tepic, Mérida o
Chihuahua, etc.
Los conjuntos más
significativos de estatuas se encuentran en el DF y sus alrededores: en la
ex-hacienda de Chapingo, en la Alameda Central de la Ciudad de México, y en las
3 haciendas que pertenecieron al coleccionista Haghenbeck y de la Lama: la Casa
de la Bola, la Hacienda Santa Mónica y la hacienda de Polaxtla, cerca de San
Martín Texmelucan.
Los leones de hierro fundido de
Amecameca.
Los ejemplares de leones
-león con caimán y león con serpiente- son obras del escultor Paul Delabrière (1829-1912), y las leonas -leona con nopal y leona con
liebre- son obras de Hippolyte Heizler (1828-1871); fueron adquiridos
por el arquitecto Antonio Rivas Mercado a fines del siglo XIX para adornar en
Chapingo la hacienda del entonces presidente de México: Manuel González.
La historia cuenta que
en 1915, el general zapatista Amador Salazar atacó la hacienda de Chapingo y se
apoderó de las fieras metálicas para llevarlas a Morelos como parte de su botín.
Después del enfrentamiento en Chapingo, dirigió sus tropas a Coatlinchán donde
descansaron y al día siguiente emprendieron la marcha a Amecameca. Sin embargo,
fuerzas carrancistas organizaron un contraataque y en Coatlinchán, en lo
que se conoce como la Cruz de Misión, se dio el primer enfrentamiento contra
los zapatistas que aun permanecían en el pueblo. La defensa fue insuficiente y
los zapatistas fueron replegados y vencidos en el centro del pueblo, frente a la
iglesia. Algunos de ellos fueron capturados y colgados en un árbol de
olivo que se encontraba en ese lugar y cuyo tronco aun se conserva en la plaza
de esta comunidad.
Los carrancistas
continuaron la persecución hasta Amecameca donde las esculturas fueron
abandonadas y dejadas como tributo a la ciudad conventual de Amecameca, donde hasta
el día de hoy vigilan el parque central conocido como el “Parque de los leones”.
Desgraciadamente, una de las leonas ya se encuentra sumamente dañada y
las autoridades no han tomado ninguna medida para su protección, ni evitar que
se siga dañando.
Existen otras copias de las leonas que
se encuentran en la colonia Roma en la Ciudad de México en el cruce de las
calles Orizaba con Yucatán.
En años recientes especialistas
fueron a Amecameca a tomar impresiones de los felinos con el objetivo de
reproducirlos y colocar las copias en su lugar de origen, hoy Museo de la
Universidad de Chapingo, donde se restauró el conjunto inicial.
La era del hierro
fundido artístico culminó al principio del siglo XX y acabó con el cambio de
gusto artístico y el regreso de la afición por las piezas únicas. Le Val d'Osne
cerró sus puertas en 1986, poco antes de la apertura del primer museo dedicado
al siglo XIX, el Museo d'Orsay en Paris. Desde entonces, el arte del siglo XIX
tiene más reconocimiento y está más presente en las grandes casas de subasta
internacionales, cuyos catálogos proponen a la venta esculturas y macetones de
hierro fundido, alcanzando precios cada vez más elevados.
Sitios útiles:
Bibliografía
- El arte del hierro fundido. Revista Artes de México. Número 72. 2004.
- Artilugio de una nación moderna. México en las exposiciones
universales, 1880-1930. Mauricio Tenorio Trillo. FCE. 1998
- Elementos del patrimonio monumental francés en México. Françoise
Dasques. Revista Invencio. Año 2. Número 3. Marzo 2006.
- Los catalogos de piezas constructivas y ornamentales en arquitectura.
Artefactos modernos del siglo XIX y patrimonio del siglo XXI. Mónica Silva
Contreras. Anales del IIE-UNAM nº 97. 2010
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ResponderEliminarQue bien pensé que esos leones eran de Ozumba,que equivocado estaba o estamos
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