LOS NOMBRES DEL POPOCATÉPETL: XALLIQUÉHUAC, POPOCATÉPETL O DON GOYO

El Popocatépetl (que se traduce del náhuatl como “Monte que humea”: Popoca, que humea; Tépetl, monte) es un volcán activo localizado en el centro de México, en los límites territoriales de los estados de Morelos, Puebla y Estado de México.

 Numerosas personas dan por una verdad absoluta que siempre ha tenido ese único nombre  y que llamarlo DON GOYO (Gregorio) es una falta de respeto o ignorancia.

Pero desde hace más de 2000 años el coloso era venerado por nuestros antepasados. Y los moradores de aquel entonces en base a sus observaciones y sus creencias nombraron al volcán de la manera que consideraban la más acertada.

Xalliquéhuac es el nombre más antiguo con que se le conoce, es de origen tolteca y posteriormente  los mexicas lo cambiaron a Popocatépetl.

En el siglo XVI, Chimalpahín, escribió en sus “Relaciones de Chalco Amaquemecan” que en el año 1347 por primera vez se vio humear el monte que hoy llaman Popocatépetl y que anteriormente sólo era conocido por  Xalliquéhuac (Que Julio Glocker tradujo como Arenales que se levantan o arenas que vuelan, según Alejandro Rivera).

El antropólogo Manlio Barbosa  Cano, basándose en estudios del vulcanólogo Alejandro Rivera comenta que hubo un periodo eruptivo de 1345 a 1347 y considerando los escritos de Chimalpahin y de algunos códices, realizó una comparativa muy interesante, haciendo  coincidir los códices prehispánicos con la ciencia moderna.

Determino que el Popocatépetl ha tenido 3 grandes fases, de mayor a menor actividad y violencia eruptiva:

Xihutépetl: Este término no aparece en las fuentes prehispánicas, pero corresponde a erupciones de fuego. Y se refiere a que existió un periodo del volcán en que la actividad era tan intensa que se caracterizaba por flujos y erupciones de lava.

Xalliquéhuac: en términos técnicos hace referencia a flujos piroclásticos. Teniendo registros de este tipo de actividad eruptiva del volcán en el año de 1005 de nuestra era, después de la última erupción de lava, ocurrida hace unos 5000 años.

Popocatépetl: la actividad de la fase Xalliquéhuac fue disminuyendo hasta que en el años de 1347 cesó, para comenzar su fase de emisión de ceniza y humo, por lo que el volcán fue rebautizado y le llamaron Popocatépetl.

El nombre de Don Goyo se remonta desde hace décadas, cuando Antonio Analco, habitante de Santiago Xalitzintla, Puebla (en las cercanías al Popocatépetl), narra que siendo un niño, mientras cuidaba sus reses, se le acercó con un viajero desconocido, que le dijo llamarse Gregorio Chino Popocatépetl. El hombre de edad avanzada, le comentó que  era la personificación del espíritu del volcán y que había elegido a Antonio para ser el intercesor ante Dios y la montaña para pedir buenas lluvias para las cosechas, pero esa misión la llevaría a cabo cuando creciera un poco más. Este espíritu se manifestaría a lo largo de los años a través de sueños para instruirlo adecuadamente. También le alerta cuando habrá alguna clase de erupción o tranquilizar a la gente en caso de fumarolas.

 Los habitantes de la comunidad confían en Antonio Analco y lo conocen como el tiempero, ya que tienen la creencia que tienen “el don” de controlar el clima para el beneficio de los campesinos y sus siembras. Dicho “don”, lo heredaría de su padre, ya que él también fue tiempero, pero a diferencia de Antonio que fue elegido, su padre recibió el golpe de un rayo.

Cuando los habitantes de Xalitzintla escucharon por primera vez el nombre de Gregorio Chino Popocatépetl comenzaron a llamarlo  “Goyo” y por eso cada 12 de marzo, día de San Gregorio Magno, suben los pobladores a llevarle flores y alimentos al volcán, a un paraje llamado el ombligo para festejarle su santo y así mantenerlo contento.


El arqueólogo Arturo Montero tiene una teoría más elaborada sobre el origen del nombre de “Don Goyo”. Cuenta que épocas prehispánicas cuando la pirámide de Cholula estaba en su apogeo, servía entre otras cosas, como un mirador astronómico. Y Montero descubrió que al dirigir la vista hacia el Popocatépetl durante el ocaso del sol, encontró 2 fechas significativas, El 9 y 12 de marzo. El día 9, fiesta de San Gregorio de Nicea, el sol se oculta sobre la cima del Popocatépetl y  el día 12 fiesta de San Gregorio Magno, el sol se oculta sobre un pico secundario del Popocatépetl llamado el Ventorrillo, donde existió un centro ceremonial llamado Teopixcalco.

Aunque en el santoral cristiano aparecen por lo menos 28 Gregorios durante el año y pudiéramos percibir solo una coincidencia entre la celebración de Don Antonio Analco y la teoría de Arturo Montero para justificar el nombre de Don Goyo, también es probable que los ancestros de  Don Antonio, de generación en generación celebraran el ritual prehispánico en base a las observaciones arqueoastronómicas de los Cholultecas y quedando en el olvido el motivo real para tal celebración, Don Antonio o su padre, mediante el sincretismo han mezclado sus creencias católicas, más las costumbre suyas y de su comunidad y de rituales de origen prehispánico para conformar estas nuevas celebraciones a las montañas.

Lo más alarmante de esto, es que las tradiciones prehispánicas que se celebran hoy en día, son expresión del sincretismo religioso, donde se disputa la relación entre el sentido de lo indígena, lo mestizo, y el catolicismo criollo. No obstante, en el contexto de la globalización cultural y de la intensificación de movilidad simbólica, estas celebraciones están siendo reinterpretadas por movimientos urbanos de neomexicanidad que, inspirados en novedosas creencias de tipo new age, donde la gente toma elementos del cristianismo, islam u otras religiones ancestrales y las adapta a sus necesidades, establecen vínculos entre los saberes de las civilizaciones prehispánicas, el catolicismo popular, la cultura popular urbana y una red planetaria conocida como religiosidad nueva era

Viviendo una fusión entre hombre y naturaleza, tradiciones indígenas y agrícolas con magia y hechicería. Y mediante una gran difusión de los medios de comunicación dichos rituales, se están convirtiendo de a poco en un circo, algo que alguna vez era un ritual sagrado, digno solo para unos pocos.

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